Nuestros genes contienen la información necesaria para que sea posible “construir” todo nuestro cuerpo. Al igual que el plano que utilizamos para construir un edificio o un ordenador, cualquier error o modificación en algún gen desencadena fallos muchas veces impredecibles. El grupo Desarrollo Cardiovascular y Angiogénesis, perteneciente a la Universidad de Málaga y dirigido por Ramón Muñoz Chápuli, ha trabajado sobre el epicardio -la capa externa del corazón- durante más de 15 años. A lo largo del ultimo lustro, el equipo ha estudiado la relación existente entre el gen Wt1, normalmente implicado en el tumor de Wilms, un cáncer de riñón que se presenta en niños, con el desarrollo del corazón en el embrión. Finalmente, y tal como se ha publicado en la prestigiosa revista Nature Genetics, han logrado probar que ese gen es esencial para la formación del corazón. Muñoz Chápuli, en estrecha colaboración con el Medical Research Council de Edimburgo, ha descubierto que cuando este gen se inactiva en roedores, los embriones resultantes no forman riñón, ni gónadas, ni bazo. Pero además de estos fallos esperables, los embriones mueren por problemas en su músculo cardíaco.
Uno de los objetivos principales de la medicina es conseguir que distintos órganos de nuestro cuerpo puedan recuperar tejidos perdidos tras un accidente, quemaduras o un infarto, lo que es esencial para mejorar el nivel de vida de los pacientes. Actualmente España posee profesionales que son referencia mundial en medicina regenerativa, y se han publicado al menos una veintena de ensayos clínicos sobre el tema. El trabajo de la Universidad de Málaga es un nuevo aporte en este campo. Muñoz Chapuli se pregunta “¿cómo es posible que un gen que está sólo en el epicardio, cuando se inactiva, haga que todo falle?” y se responde “El gen Wt1 es esencial para que se diferencien los precursores de las arterias coronarias, esenciales para el funcionamiento y vascularización del corazón”. El trabajo publicado consistió en la “desactivación” del gen Wt1 en la capa externa del corazón de un embrión, para comprobar su repercusión. “La formación del resto del embrión es normal, pero la muerte del embrión se produce por la ausencia de arterias coronarias. Lo que cada vez es más evidente es que los genes implicados en el desarrollo siempre dan problemas cuando no funcionan”, explica el científico.
Este hallazgo, dice Muñoz Chápuli, “sienta las bases para otros proyectos. De hecho, cuando se cultivan masas de células madre embrionarias se forman cuerpos embrionarios, grupos de tejidos desorganizados que representan la diversidad celular del embrión. Lo interesante es que cuando las células madre embrionarias carecen del gen Wt1, en los cuerpos embrionarios derivados de ellas no se encuentra rastro alguno de células cardiovasculares. Además, nos surgen infinidad de preguntas como, por ejemplo, ¿qué es lo que regula este gen, qué está por encima de él y qué es lo que lo activa?” El equipo Malagueño está por diez investigadores y es miembro de la Red de Terapia Celular (TerCel) y de la Red de Enfermedades Cardiovasculares (RECAVA). Es posible que este trabajo en el futuro permita el desarrollo de terapias regenerativas del corazón.
Por: Ariel Palazzesi
Fuente: NeoTeo
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